domingo, 24 de marzo de 2013

Los tejidos animales.


Los tejido musculares.


Los tejidos musculares son los principales constituyentes de los músculos, que son los órganos responsables de los movimientos corporales. No se regeneran.
Existen tres tipos de tejidos musculares (estriado esquelético, estriado cardíaco y liso), que se disponen en el cuadro de la página de la derecha.
Cualquiera que sea su tipo, estos tejidos están formados únicamente por unas células muy diferenciadas, que se denominan fibras musculares debido a su forma alargada. La principal propiedad de estas células es su capacidad de acortarse (contraerse) cuando reciben un estímulo adecuado, y de recuperar su tamaño original (relajarse) cuando cesa dicho estímulo.

La estructura de las fibras musculares.


Como ocurre en otros tejidos, las fibras musculares presentan importantes modificaciones respecto del esquema general de la célula, que las permiten desempeñar su función. De hecho, sus distintas partes son tan especiales que reciben nombres específicos (la membrana se llama sarcolema, el citoplasma, sarcoplasma, etc.) También han perdido la capacidad de dividirse y contienen una gran cantidad de mitocondrias.

Pero la característica más importante de las fibras musculares es que contienen un número elevado de unas estructuras filamentosas, llamadas miofibrillas, cuya peculiar estructura las hace responsables del proceso de la contracción.

Estructura de las miofibrillas y la contracción muscular.


Cada miofibrilla está formada por dos tipos de filamentos (miofilamentos) de distinto grosor; unos, delgados, formados por dos cadenas de moléculas de la proteína actina, y otros, mas gruesos, formados por heces de moléculas de la proteína miosina.
Ambos tipos de filamentos se disponen paralelos e intercalados, formando unidades llamadas sarcómeros. Esta disposición hace que las miofibrillas presenten alternativamente bandas claras y oscuras (estriación).
La contracción acorta la longitud del sarcómero y se produce por el desplazamiento de los filamentos de actina entre los de miosina. Este proceso requiere mucha energía, que las fibras musculares obtienen de la respiración celular.
La contracción en serie de los sarcómeros produce la de toda la miofibrilla. El proceso se repite en todas las miofibrillas de una fibra muscular y en todas las fibras de un músculo, y la contracción final del músculo genera una fuerza considerable.

Estructura, disposición y localización de los tejidos musculares.


Tejido muscular estriado esquelético.

Forma los músculos esqueléticos, que se insertan en los huesos. Estos músculos están formados por paquetes de fibras musculares (fascículos), unidas por tres envolturas de tejido conjuntivo, a través de las cuales llegan vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas: el endomisio, que envuelve a cada fibra muscular; el perimisio, a cada fascículo; el epimisio, al músculo al completo.
Sus fibras musculares son cilíndricas, miden varios centímetros de longitud y tienen varios núcleos en la periferia. Sus miofibrillas están ordenadas regularmente, lo que hace que, al microscopio, presenten bandas claras y bandas oscuras (aspecto estriado).
Está inervado por el sistema nervioso central; su contracción, rápida y voluntaria, produce los movimientos del esqueleto y los gestos de la cara.

Tejido muscular estriado cardíaco.

Forma las paredes del corazón.
Está formado por células alargadas, bifurcadas, con estriaciones y con uno o dos núcleos en posición central. Estas fibras están íntimamente unidas mediante unas estructuras intercalares, que hacen que todas actúen como una unidad. Este tejido está inervado por el sistema nervioso autónomo; su contracción, rápida, rítmica e involuntaria, es responsable del latido cardíaco.

Tejido muscular liso.

Forma parte de la pared de los conductos digestivos y respiratorios, de los vasos sanguíneos, etc.
Sus células, pequeñas y fusiformes, tienen su sólo núcleo central y carecen de estriaciones, debido a que sus miofibrillas no están ordenadas regularmente.
Está inervado por el sistema nervioso autónomo; su contracción, lenta e involuntaria, produce los movimientos peristálticos del tubo digestivo, los de la pupila, etc.

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